El rendimiento académico una asignatura pendiente para los padres

El rendimiento académico de nuestros hijos a veces es una asignatura pendiente para los padres, por no saber cómo orientar su motivación en los estudios, incidir demasiado en las calificaciones altas o bajas, o no expresar adecuadamente la satisfacción por el logro académico de nuestro pequeño para seguir alimentando su éxito escolar.

La implicación por parte de los padres en las metas generales, y en este caso en las metas académicas, es muy importante ya que se relaciona con la motivación de logro de nuestro hijo. Para ello, dicha implicación ha de ser sana y positiva. Te mostramos cómo:

En primer lugar, el interés por el progreso de nuestro hijo en su rendimiento académico, como sus dificultades, los problemas que le vayan surgiendo asociados a las asignaturas o los logros que consiga en ellas, servirá para que el niño o la niña tenga una percepción de la utilidad e importancia de las materias.

En segundo lugar, las expectativas de los padres respecto a sus hijos son importantes porque transmiten la confianza que tienen en ellos en cuanto a su capacidad académica y de resolución de problemas. Esta confianza y las creencias motivacionales de los padres generarán en el niño una buena percepción de autoeficacia de sus propias habilidades, que hará que se sienta más competente.

Y en tercer lugar, el ayudarle en sus tareas, así como mantener una supervisión del trabajo escolar contribuirá a que los niños alcancen sus metas de dominio. Con esto nos referimos a que los padres se preocupen por lo que hacen sus hijos en el colegio, las dificultades que encuentren, priorizar sus deberes o trabajos escolares…

La evidencia muestra que la autoeficacia de los niños está relacionada positiva y directamente con el rendimiento académico. Y, a su vez, las expectativas del rendimiento de los niños que los padres proyectan sobre ellos inciden sobre la autoeficacia que tienen los pequeños sobre sí mismos.

Un ambiente familiar positivo y constructivo

El autoconcepto es la valoración global que experimenta el individuo sobre sí mismo a partir de las experiencias personales e interacciones sociales. A su vez, el autoconcepto familiar es el conjunto de pensamientos y sentimientos que tienen las personas respecto a su manera de relacionarse, su participación e integración con su medio y grupo familiar. Considerando esto, si el estudiante percibe un positivo autoconcepto familiar tendrá más posibilidades de obtener un mayor rendimiento escolar. Un ambiente familiar positivo y constructivo (por ejemplo tener apoyo en casa) se relaciona con un mayor éxito académico.

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A modo de resumen, la actitud parental debería de englobar: la confianza en sus habilidades, el interés por su progreso escolar y la preocupación por la adquisición de habilidades y conocimientos para mejorar el rendimiento. No debe confundirse este último consejo con un control directo o una vigilancia excesiva y negativa en sus tareas, tiempo de estudio o calificaciones. Ya que, de esta forma, daremos una mayor importancia a la nota obtenida en la materia, en vez de a los conocimientos adquiridos con ella, de modo que la motivación del niño será muy distinta y menos sana.

Nos queda saber esto: ¿Cómo apoyamos entonces a nuestros hijos?

  • Mostrándole nuestra implicación emocional en la escuela: preguntarle por sus compañeros, profesores y asignaturas.
  • Estimular otras actividades diferentes. Es importante que los niños elijan otras que les aporten conocimientos tanto académicos como emocionales y que su motivación en ellas sea propia.
  • Ayudarles en sus tareas diarias y sus deberes.
  • Dejarles tiempo libre para el juego.
  • Hablar sobre sus posibles dificultades académicas, si las tienen. No deben avergonzarse ni sentirse inferiores, pues todos encontramos dificultades. Mostrarles que pueden mejorar, trabajando con ellos.
  • Hablar con ellos de lo que les pueda preocupar en su día a día.
  • Pensar en cómo les decimos las cosas, y qué mensajes les transmitimos al hablarles. Hablarles con optimismo y realidad, con positividad y de forma constructiva para que nos entiendan.
  • Examinar nuestros propios sentimientos y también los suyos.
  • Encontrar el ambiente académico adecuado tanto en el colegio como en casa. Procurar que estudie en su cuarto en silencio y con buena iluminación, en vez de en el sofá de la sala con la televisión encendida, por ejemplo.
  • Elogiarles cada vez que hagan algo bien o para que lo hagan, motivando sus logros.
  • Comprometernos con ellos para alcanzar pequeños objetivos, que sean concretos pero alcanzables. Por ejemplo, aprenderse un poema entero, la tabla del 7, o montar en bici.
  • Ponernos en el lugar del niño, empatizando con él, ya que a veces nos olvidamos lo que suponía tener su edad con los problemas característicos de ese periodo.
  • Encontrar y desarrollar un talento suyo, como pintar, escribir, tocar un instrumento o realizar un deporte diferente.

Para acabar, tras esta recopilación de recomendaciones, os dejamos con este pequeño pero buen consejo: “Debemos ser actores en la vida de nuestros hijos y no meros espectadores”.

Autora: Ruth Suria Cobos – Psicóloga

Referencias:

www.infocop.es/view_article.asp?id=4212

www.infocop.es/view_article.asp?id=971

www.infocop.es/view_article.asp?id=7040&cat=49

www.infocop.es/view_article.asp?id=7045&cat=49